VEJER DE LA FRONTERA Y LOS MOLINOS DE AGUA

La ruta senderista del pasado sábado nos llevó hasta Vejer de la Frontera atravesando los Molinos de Agua.

Con Eduardo y Virginia como diligentes guías, recorrimos los históricos caminos atentos a las explicaciones de nuestra cicerone particular sobre el pasado más remoto y el presente de estas tierras gaditanas.

La abundante vegetación nos aligeró el camino hasta el precioso pueblo. Higueras y algarrobos, juncos y acebuches, campanillas y cardos adornan un bien señalizado sendero que serpentea entre los molinos y el antiguo acueducto de Santa Lucía.

El Hoyo, Miraflores, el Garrobo y el Batán son los nombres que, grabados en madera y piedra, nos recuerdan el laborioso pasado de estos hermosos ingenios molineros. Un pasado que Virginia nos acercaba con su relato.

Y llegamos a Vejer de la Frontera, uno de los ‘pueblos más bonitos de España’.

Así lo certifica la asociación del mismo nombre. Y también yo. Aunque mi opinión no sea tan importante ni trascendente. Vejer es un municipio encantador.

Con un monumental casco histórico que recorrimos con Eduardo y Virginia siempre atentos a mostrarnos y narrar lo mejor de cada recoveco, de cada esquina, de cada mirador.

Historias y leyendas recorren este bonito ‘pueblo blanco’ de orígenes neolíticos e ilustres y belicosos antepasados.

Paseamos por las empinadas calles, transitamos las murallas y atisbamos el Castillo, la ermita de Nuestra Señora de la Oliva y el espectacular paisaje que se divisa desde las terrazas.

Más y más fotografías se acumulaban en nuestras cámaras y móviles mientras los guías hacían gala de su infinita y proverbial paciencia.

Ya en el bus de regreso, el tiempo se pasó ‘volando’ mientras repasábamos imágenes y comentábamos las anécdotas del día.

Aplaudimos con ganas a Eduardo, que nos invitó a cantar y a disfrutar de la naturaleza.

Y a Virginia, que nos ofreció una última historia.

Aún tuvimos tiempo de otro café y unas risas antes de despedirnos. Creo que todos volvimos más que contentos, satisfechos por la completa jornada que habíamos disfrutado.

Nos vemos pronto, senderistas.

ELOINA CALVETE GARCÍA