El cielo amenazaba tormenta cuando llegamos al puerto de Algeciras. Iniciamos nuestra jornada senderista con sombríos augurios de mal tiempo, pero estábamos dispuestos a pasar un gran día y unas cuantas gotas de agua no iban a espantarnos.

Enfilamos hacia el ferri bien equipados de mochilas e impermeables dispuestos a conocer Ceuta, la ciudad autónoma española situada en la parte africana del Estrecho de Gibraltar.

Una urbe desconocida para casi todos los que integrábamos el grupo senderista, con una larga e interesante historia debido a su situación estratégica entre dos mares y dos continentes. Una historia representada en los muchos monumentos y estatuas dispersas por la ciudad.

Desde el mítico Hércules hasta los últimos hechos históricos están simbolizados en bellas esculturas. Comenzamos recorriendo algunas calles ceutíes, admirando lugares históricos como las Murallas Reales con el foso navegable y visitando la Catedral, situada en la Plaza de África.

Tras un breve descanso, nos pusimos de nuevo en marcha para acercarnos al mar, nuestro fiel compañero de ruta en este día. La costa africana y sus hermosos acantilados y las montañas de curiosos nombres que se divisan entre la bruma se convirtieron en los protagonistas de nuestra jornada.

Caminábamos absortos en el paisaje. Lloviznaba a ratos, pero nosotros, ajenos al desencanto, continuamos el camino.

Subimos hasta el Castillo del Desnarigado y el Monte Hacho para contemplar un hermoso horizonte acompañados en todo momento por ruidosas gaviotas; gratamente sorprendidos por la belleza de las lindes y veredas que cruzábamos.

Sin prisa, pero sin pausa, escogiendo lugares y rincones para hacer las mejores fotografías. Para llevarnos los más bellos recuerdos.

Un último chaparrón, café y dulces para poner punto y final a la jornada senderista por Ceuta. Esperando de nuevo el ferri, el comentario general hacía hincapié en la belleza de los senderos recorridos.

En los atractivos paisajes, acantilados y playas. Y en los encantos entrevistos en la ciudad. Nadie mencionó la lluvia. Las inclemencias del tiempo no fueron un hándicap en nuestros recorridos, si acaso, las convertimos en un aliciente más.

Eloina Calvete García

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