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Tenía ganas de hacerlo. Y tenía miedo. Decidí hacerlo con miedo. Las alturas siempre me han inspirado un gran respeto y el Caminito del Rey se me antojaba un sendero imposible de realizar. Pero mi curiosidad se impuso; mi curiosidad y mi afán de superar algunas aprensiones insensatas. Así que me apunté a la ruta senderista por el caminito malagueño. 

No las tenía todas conmigo, aunque nada perdía por intentarlo. Nuestro pequeño grupo, liderado por Jose, inició su andadura a pesar de los malos pronósticos meteorológicos. Y nos adentramos en el camino decididos a disfrutar de aquella turística senda. Nos colocamos el casco preceptivo y pronto comenzó el espectáculo. 

Porque el Caminito del Rey es un espectáculo en el mejor y más amplio sentido de la palabra. Un espectáculo de la naturaleza y de la capacidad humana de adaptarse y transformar cualquier entorno. Un espectáculo que casi me hizo olvidar mi miedo a las alturas mientras contemplaba el paisaje. 

Entre el cielo y el suelo, caminando sobre vigas y tablas por el desfiladero, cerca de las aves, oyendo el rumor del agua que corre río abajo, recordaba la historia que nos había explicado Jose sobre la construcción de este camino.

Un sendero que se levantó para comunicar dos saltos de agua, por intereses puramente comerciales (aun se conservan restos del sendero original), que se ha convertido, gracias a su inusual belleza, en una ruta turística de fama internacional. 

Sí, el Caminito del Rey es un espectáculo que casi me hace olvidar mi miedo. Casi. Cuando llegamos al último tramo, a la altura del puente volante, el viento había arreciado y nos aconsejaron sujetarnos bien. Jose, nuestro experimentado guía, debió notar mi cara de susto y me ofreció su ayuda. 

Cruzamos el puente en un plis plas pese a algún atolondrado que se empeñaba en fotografiarse en el lugar menos indicado. El resto fue sencillo. Terminamos el sendero y al volver la vista atrás no pude menos que felicitarme. Lo había conseguido, había cruzado por aquellas pasarelas a pesar de mi miedo a las alturas. Prueba superada, murmuré.

La ruta senderista por el Caminito del Rey me resultó una experiencia muy gratificante. A nivel personal y a nivel de grupo. Es bueno saber que uno no camina solo por los senderos, que alguien te tenderá la mano si flaqueas, que te dará ánimos para sortear las dificultades. Es lo que tiene el senderismo, además de ser un buen ejercicio físico, es una forma magnífica de poner en práctica esos valores éticos que parecen en desuso: amistad, lealtad, camaradería… 

Prueba superada, compañeros. 

Gracias, Jose  

Eloína Calvete García

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