JORNADA SENDERISTA EN TÁNGER
Ayer visitamos Tánger, la ciudad marroquí bañada por dos mares. Con nuestro guía autóctono, Raschid, fuimos descubriendo los entresijos de esta histórica urbe.

Inefable Raschid, dotado de un peculiar sentido del humor nos fue trasladando de un lugar a otro de la ciudad mientras nos contaba mil y una historias.

Tánger, crisol de culturas y religiones durante varios siglos, es ahora una ciudad portuaria que tiene en el turismo su principal soporte económico. De su importante pasado sobreviven barrios y monumentos que fuimos visitando a lo largo del día.

Recorrimos la Kasbah, la Medina y el Zoco, admiramos la gran Mezquita y escuchamos varias veces la llamada al rezo del muecín.

Los restos de su gran muralla defensiva están hoy plenamente integrados con edificaciones modernas, forman un bello conjunto arquitectónico que también recorrimos en pos de la mejor fotografía.

Comenzó a llover, pero nada nos detuvo. Con impermeables, capas y paraguas seguimos a Raschid por los estrechos callejones y vericuetos del barrio antiguo tangerino.

Recorrimos callejuelas estrechas y visitamos tiendas tradicionales situadas en insólitos recovecos mientras los vendedores callejeros, ajenos al desánimo, nos acompañaban en todo momento ofreciendo sus mercancías.

Es otra cultura, otra forma de vivir que ya no nos es ajena. Cosas de la globalización y de la tele.

Todos sabemos casi todo de otros países, pero está bien integrarse, aunque sea un solo día, un rato, en ese otro mundo y respirar su aire sin dejarse llevar por ideas preconcebidas y falsos clichés.

En nuestro tiempo libre pudimos disfrutar de unas maravillosas vistas de la ciudad desde una pequeña terraza de hotel. Es hermosa Tánger. Diferente y hermosa.

Nos despedimos de Raschid antes de coger el bus que nos llevó de nuevo al puerto. Ya en el ferry compartimos opiniones y vivencias. Y fotografías también, claro.

Regresamos con Eduardo e Inma, nuestros guías senderistas en esta original jornada. Juntos habíamos disfrutado del recorrido, del almuerzo, de los ‘chistes’ de Raschid y de los buenos momentos y los ratos de lluvia.

Al final, creo que estuvimos todos de acuerdo: es hermosa Tánger. Diferente y hermosa.
ELOINA CALVETE GARCÍA
La temporada senderista de fin de semana se despide. Dice adiós hasta pasado el verano. Ahora es época de viajes y los que no podemos hacerlos tendremos que esperar que nuestros guías regresen de esos fantásticos recorridos andariegos que han preparado.

Pero a lo que iba, la temporada se cierra y el broche de oro lo ha puesto una original ruta. Original por el día de la semana que se ha realizado, un lunes, y por el contenido: sendero, yeguas y playa. El Rocío, Doñana y Matalascañas.

Palabras mayores en esta parte de Andalucía. El día viene fijado por una feria y un santo patrón, San Pedro.

Y siempre es el 26 de junio la fecha señalada para la Saca de las Yeguas, para que los yegüerizos y sus animales se acerquen y sean bendecidos en la aldea por el sacerdote de la ermita rociera. Una tradición centenaria que reúne miles de personas en toda la población.

Este año nosotros hemos podido disfrutar de este curioso espectáculo antes de iniciar la marcha senderista. Ni siquiera la amenaza de calor bochornoso consiguió asustarnos. Y mereció la pena ver cómo esos animales siguen a sus arrieros camino de Almonte mientras relinchan llamando al orden a sus jóvenes crías.

Tras los aplausos y las fotografías, en marcha hacia La Rocina antes de que apretara más el calor. La Rocina es un precioso medio natural de Doñana que reúne distintos tipos de paisajes: pinares, helechales, brezales.

Formaciones vegetales que adornan un sendero de tablas bien señalizado que recorrimos buscando los puntos de observatorio de aves. Fue una ruta breve y preciosa.

A pesar de la falta de lluvias, la densa vegetación nos hizo llevadero el camino y pudimos escapar un poco de las altas temperaturas.

Escapamos definitivamente cuando llegamos a la playa. Sol, agua, arena, chiringuito y cerveza (o Coca Cola). Magnífico remate a tan espléndida jornada. Unas horas para almorzar y refrescarnos antes de volver a casa.

A una ciudad siempre dispuesta a darnos una ‘calurosa’ bienvenida.

Y hasta aquí llegó mi relato. Solo me queda desearos un feliz verano. Más pronto que tarde nos veremos por los caminos.

Eloína Calvete García