DESCUBRIENDO LA RIVERA DEL CIUDADEJA

DESCUBRIENDO LA RIVERA DEL CIUDADEJA

El rio Ciudadeja discurre por el Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla; y paralelos a este río caminamos el pasado domingo siguiendo una ruta diseñada para descubrir lo mejor de la rivera.

Comenzamos la caminata en Las Navas de la Concepción, allí nos esperaba María José, guía de Natur Spirit.

Ella nos fue descubriendo y describiendo un sendero que combina distintos tipos de paisaje.

Comenzamos vislumbrado la dehesa y algunos de sus animales característicos.

Y seguimos el bien señalizado sendero para disfrutar de un frondoso bosque de galería perfectamente conservado.

Alcornoques, sauces, álamos, encinas, quejigos; la densa vegetación forma curiosos ‘túneles’ en la húmeda rivera y se percibe el cambio de temperatura al adentrarse en ellos.

Las características de la fauna y flora de la Rivera del Ciudadeja nos fueron sabiamente descritas por nuestra guía autóctona en las diferentes paradas que hicimos durante la ruta.

También nos habló de la importancia de los antiguos molinos hidráulicos cuyos restos jalonan la rivera

Y disfrutamos de las pequeñas cascadas que la corriente del rio forma durante su recorrido

Nuestra pausa de avituallamiento la realizamos junto a la ermita de la Virgen de Belén. Un santuario conocido por su romería y muy bien acondicionado como merendero.

Juanjo, nuestro guía particular, cerraba la marcha atento siempre a cualquier necesidad del grupo. Y juntos volvimos al pueblo para disfrutar también de la gastronomía de la Sierra Norte.

La preciosa ruta nos había abierto el apetito. Un último paseo por el pueblo para conocer un poco más de estos rincones antes de coger el bus de regreso.

Un regreso feliz con la satisfacción del sendero conseguido. El tiempo y el paisaje se conjugaron para ofrecernos un hermoso día, la agradable compañía y el buen ambiente también se aliaron para completar la jornada.

Ahora toca repasar fotografías, evocar momentos y sensaciones. Y, por supuesto, prepararse para la próxima ruta.

Eloína Calvete García

A MEDINA AZAHARA POR TRASSIERRA

A MEDINA AZAHARA POR TRASSIERRA

La ciudad palatina de Medina Azahara era el destino de nuestra ruta senderista del pasado domingo.

Una ruta que trascurrió por la Vereda de Trassierra, un frondoso bosque de quejigos, acebuches y pinos que ya viste colores otoñales.

El escarpado terreno se hizo más llevadero por las hermosas vistas y las sorpresas que nos deparaba el camino.

Como la pequeña y florida pradera donde hicimos nuestra habitual parada de avituallamiento.

Rodeados de flores el cansancio despareció y volvimos a marchar en pos de nuestra atractiva meta: Madīnat al-Zahrā (la ciudad brillante).

Antes de llegar al conjunto arqueológico, el monasterio de San Jerónimo de Valparaiso asomó en la ruta como una hermosa muestra del arte gótico que adorna la Sierra Morena cordobesa.

Nuestro camino estuvo jalonado de bellezas. Arquitectura natural y arquitectura humana.

Bellezas que nos permiten confiar en el hombre a pesar de trapacerías y argucias que perjudican nuestro medio ambiente y esquilman nuestro patrimonio.

Y llegados a Medina Azahara, admiración y otra vez asombro ante las históricas construcciones.

Dicen que lo que asoma en el conjunto arqueológico cordobés es solo una mínima parte de su tamaño original; y ante la hermosura de los restos de la ciudad no cuesta mucho imaginar su esplendor en tiempos de Abderramán III, el caudillo árabe que la mandó construir para su mayor gloria.

Caminar entre las antiquísimas piedras es transitar por nuestro pasado sorprendidos por la destreza y habilidad de los artesanos y artistas que la erigieron.

Y aunque atrapados por su belleza, tocaba despedirse. Córdoba nos esperaba para comer y tomar el bus de regreso.

Nos alejábamos de Medina Azahara para acercarnos a otro lugar de ingente belleza. Otra ciudad, Patrimonio de la Humanidad, cuyos orígenes se pierden en el tiempo.

Disfrutamos de un par de horas para recorrer el centro histórico de la ‘Corduba’ romana, la ciudad califal por excelencia, la urbe de la Mezquita-catedral, la de los hermosos y exuberantes patios.

Fue un acertado colofón para una brillante jornada en la que senderismo y cultura formaron un perfecto e inigualable tándem.

Eloína Calvete García

DOBLE JORNADA SENDERISTA EN EL RÍO TINTO

DOBLE JORNADA SENDERISTA EN EL RÍO TINTO

El pasado sábado nuestra jornada senderista discurrió por la zona minera de Riotinto, Huelva. Fue una doble jornada completa y repleta. Completa porque disfrutamos de un sol radiante la mayor parte del día, un sol que atemperó el frío inicial.

Completa porque disfrutamos de un sol radiante la mayor parte del día, un sol que atemperó el frío inicial. Y repleta de luminosos colores que destacaban entre el cielo y el suelo.

Verdes, ocres, azules y anaranjados brillantes en medio de una paisaje exclusivo y generoso. En medio de una naturaleza que nos ofreció lo mejor de sí misma.

Nos acercamos a esta reconocida zona de la sierra onubense atraídos por su belleza. Capitaneados por Ana y Eduardo, nuestros experimentados guías, recorrimos los senderos y en lugares destacados nos detuvimos a escuchar atentos las explicaciones de Virginia, gerente de Paseos por Sevilla, y nueva colaboradora de Senderismo Sevilla

Con ella nos adentramos en la historia y la prehistoria de la región, desde que nuestros antepasados erigieron el Dolmen Mascotejo hasta el establecimiento de unas minas dirigidas por la Rio Tinto Company Limited y la visita a la zona de la Agencia Espacial Norteamericana, la NASA. Una interesante y peculiar narración ‎que añade aún más encanto a un entorno ya de por sí único y original.

Subimos colinas y bajamos laderas. Atravesamos un antiguo túnel y caminamos por las abandonadas vías férreas de un paisaje naturalmente protegido alrededor del Río Tinto. Tras un rápido almuerzo comenzó la segunda parte de la jornada.

La Peña del Hierro en Nerva, hermosa mina a cielo abierto, deslumbra por su juego de colores. Subimos una ligera cuesta para poder contemplarla en todo su esplendor mientras una fina llovizna aligeraba nuestros pasos. Y al final, un espectacular arco iris puso el broche de oro a nuestra doble ruta senderista.

Supongo que ahora estaréis de acuerdo con lo escrito anteriormente. Nuestra doble jornada resultó completa y repleta. Una exuberante naturaleza en un espectacular paisaje, unos excelentes guías y una justa interpretación histórica. Además de un sinfín de fotografías para guardar con ellas el recuerdo de esta original ruta.  Sí, una doble jornada senderista original, completa y repleta.

Eloína Calvete García

 

EL ARROYO DE LA SEBASTIANA

EL ARROYO DE LA SEBASTIANA

La ruta del pasado sábado por el Arroyo de La Sebastiana (Aznalcóllar) comenzó con una espectacular subida que puso a prueba nuestras mejores intenciones senderistas. Un buen ejercicio para iniciar un recorrido que nos deparaba gratas sorpresas.

Tras un corto tramo por carretera preparamos el descenso hacia la espesura, hacia una trocha que serpentea junto al arroyo, una vereda de frondosa vegetación que despertó nuestro espíritu aventurero.

Encinas, alcornoques, quejigos y matorrales en abigarrada estrechura parecían querer cerrarnos el paso. Pero nos adentramos por la generosa fronda con la emoción propia del urbanita que necesita conectar con la naturaleza para recuperar su equilibrio.

Con Eduardo, nuestro experimentado guía de cabeza, y Juanjo, chispeante guía de cola, recorrimos la angosta vereda admirando un entorno que ya anuncia la primavera. El rumor del arroyo nos acompañó en todo momento; y en algunos tramos el agua nos salía al paso para refrescar nuestra marcha.

Caminábamos en fila india, apartando con cuidado las ramas, acariciando las plantas para descubrir su fragancia, atentos al sendero y al paisaje; disfrutando de la generosa vegetación que nos ofrece la Sierra Norte sevillana. Conscientes y orgullosos del esfuerzo inicial que nos había llevado hasta allí. El hermoso entorno que atravesábamos era la merecida recompensa.

Dicen que todo esfuerzo tiene su galardón y así fue en nuestro caso. Los kilómetros de marcha y los metros de desnivel del sendero quedaron en pura anécdota cuando por fin llegamos a Aznalcóllar.

Tras el almuerzo y la sobremesa volvíamos a casa con una jubilosa sensación de bienestar ajena al cansancio. Porque justo aquí, al lado casi de la bulliciosa ciudad, la naturaleza se había revelado en todo su esplendor, la habíamos sentido especialmente cerca. Porque la naturaleza nos había envuelto y nuestra desazón urbanita se había desvanecido.

LOS MIRADORES Y EL CASTILLO DE COTE

LOS MIRADORES Y EL CASTILLO DE COTE

El Castillo de Cote se alza majestuoso en la Sierra de San Pablo. Su origen se remonta al siglo XIII, siendo una de las construcciones que formó parte de la llamada Banda Morisca, cinturón defensivo en la frontera con el  Reino Nazarí.

Castillo de Cote

Llegar hasta la cima de esta legendaria atalaya era nuestra meta en la ruta senderista del pasado sábado.

Los apuntes históricos, referidos por Ana en el bus, nos ubicaron en la zona antes de comenzar la subida. Partimos desde Montellano, municipio sevillano al que pertenece la serranía de San Pablo.

Se formaron cuatro grupos, cada uno con su guía particular. Ana, Carlos, Jose y Eduardo constituían el experto cuarteto dirigente. Bien pertrechados y animosos iniciamos el ascenso.

La subida se hizo más amena con las paradas en los miradores que jalonan el sendero. Unos balcones abiertos a magníficas vistas panorámicas que nos iban señalando la altura; hermosos rincones para recuperar el aliento y retomar la escalada

Por fin llegamos a los pies del castillo. Medio kilómetro de subida hasta alcanzar la ansiada meta. Las vetustas piedras nos dieron la bienvenida; las piedras y el viento que terminó de disipar las nubes para dejarnos contemplar absortos el soberbio paisaje que se divisa desde la cima.

Ajenos al cansancio, satisfechos por haber llegado. Satisfacción por partida doble en mi caso: 12,5 Km y 500 metros de desnivel positivo. Un segundo nivel senderista que he superado con ayuda de los animosos guías de Senderismo Sevilla Viajes.

Todos me han ayudado en un momento u otro, a todos tengo que agradecerles su entrega y apoyo. Sí, el esfuerzo merecía la pena.

Una última subida, un último tramo antes de iniciar el descenso al punto de partida para culminar una brillante jornada. Una jornada que se saldó con algún que otro incidente solventado de manera rápida y satisfactoria.

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Gajes del ‘oficio’ senderista que se resuelven con ánimo y buena disposición. Bien está lo que bien acaba; y nuestra caminata del pasado sábado concluyó con música y aplausos en el bus. Aplausos para guías y caminantes, aplausos para la naturaleza y sus senderos. Aplausos por y para la vida. Por y para la esperanza ante estas difíciles circunstancias que nos han tocado vivir.

Eloína Calvete García

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